Quien no haya estado en Zaragoza no sabe lo que se pierde, además de un tonificante viento del noroeste. La ciudad donde nací es un cúmulo de rincones preciosos, gente maravillosa, el mayor cuartel militar de la Península y el foco de una religiosidad desatada, que algunos creen incluso pagana y que a otros siempre nos ha dado un poco igual. Estas líneas van, precisamente, del desmadre de ‘power’ pilarista del actual gobierno de la ciudad, de derechas y apoyado por Vox, que ha considerado brillante lanzar a las calles un ídolo metálico florido de la Virgen del Pilar para atraer selfies y olvidarnos de todos los problemas. No durante las fiestas, no, durante todo el año.
A ver, no es broma: se trata de una talla con el típico aspecto de las figuritas cristianas modernizadas, cuyo diseño han cedido unos joyeros de la ciudad, tiene unos cuatro metros de alto, es de acero galvanizado, dispone de multitud de especies de flores y, al parecer, ha costado 10.000 euros.
El invento es móvil; es decir, lo han instalado en una calle céntrica al principio pero después la idea es que se mueva por los distintos barrios de la ciudad, como una procesión en modo timelapse, ultralento. Para que su poder llegue a todo el vecindario. Quizá le falte algo de tecnología para ser todo verdaderamente millennial, pero no voy a dar ideas.
Es indudable que la Virgen del Pilar tiene un enorme poder de convocatoria y que va a atraer a diario muchos selfies tanto de zaragozanos y zaragozanas como de turistas de paso. Puede, incluso, que este ídolo metálico florido se convierta en icono de la ciudad, un icono sin duda laico, moderno e inclusivo. Y es cierto, además, que está en plena conexión con el sentir de esta nueva corporación de las derechas -apoyada por Vox, no lo olvidemos- de poner flores por doquier, sobre todo si hablamos de las zonas del centro o los barrios mejor situados. Evidentemente, todo forma parte de un planazo primaveral.
La Virgen es poderosa, la Virgen tiene el poder. Puede hacer que la gente se olvide o pase por alto actuaciones más que discutibles de su gobierno municipal en materia urbanística y que tolere que los barrios obreros sigan con multitud de inversiones pendientes mientras se ejecutan reformas en pleno centro. Pero es colocar el ídolo metálico florido en la Gran Vía y éxito asegurado. Lo mismo hay un cierto efecto de vuelta a otros tiempos y quien se siente sobre su banquito igual se levanta soltando improperios e ideas negativas sobre el tranvía que le duren semanas; le da por meterse con los ciclistas o por salir gritando eso de “aquí (en Aragón) no hablamos catalán”. Quién sabe.
Y mientras tanto…
La puesta de largo de este ídolo metálico florido de la Virgen del Pilar, hace pocos días, ha coincidido en el tiempo con el “impulso” del gobierno local de las derechas, según relata el diario Público, de “dos operaciones inmobiliarias en las que participan tres familiares del alcalde Jorge Azcón” (sus padres y un hermano) con las que se construirán pisos en zonas de nuevo desarrollo de la ciudad y con unas ciertas expectativas de negocio (de hasta un millón, según Público). El alcalde alegó desconocer que sus padres sean socios de uno de los proyectos en marcha y relativizó ese hipotético beneficio, para decir a continuación que el día de la votación definitiva no participará. La oposición ha montado en cólera con todo esto.
Y el Heraldo, claro, contó las cosas a su manera: “Bronca política en el Ayuntamiento por un expediente urbanístico en el que aparecían los padres de Azcón”. Ya se sabe que últimamente la bronca se da siempre donde los rojos acuden y que todo esto es muy desagradable.
El populismo de las macetas
No preocuparse por estas cosas, el parque Grande ahora está más bonito y florido que nunca y recibió casi 200.000 visitantes hace unas semanas en un festival que quiere convertir Zaragoza en la ciudad de las flores, para regocijo del sector. Hay que recordar que Azcón no es el primer alcalde del PP que hace de las flores un elemento clave en su intervención local: nadie olvida las macetas de Luisa Fernanda Rudi.
Y mientras tanto, en la Gran Vía de Zaragoza (por ahora), tienes el ídolo metálico florido de la Virgen para cuando las cosas te vayan regular. Está por ver si el armatoste resistirá el cierzo, que ese sí es laico, democrático y real como la vida misma.